No entiendo nada de lo que pasa. Luz arriba y luz abajo. Parece que se esté haciendo de día y, sin embargo, éste no es el calor de sol.
Me parece que hace poco he regresado al nido y en esta época del año las noches no terminan nunca. No puede ser la mañana. Aquí hay un misterio. Abajo en el establo oigo voces; arriba en el cielo otras voces, no sé de quién. ¿Será posible que los hombres se hayan puesto de repente a volar como nosotros? ¡Sería nuestra ruina!
El hecho es que esta noche no es posible dormir en paz.
Y a mí, que mañana a primera hora tengo que levantar el vuelo para buscar alguna semilla o algún residuo para no morirme de hambre, estas luces y estas voces no me convienen nada.
Las otras noches estábamos tan en paz que era un encanto. En verdad que no sé lo que tiene que buscar esa gente a esta hora para fastidiar a un pobre pájaro que durante el día tiene que afanarse para ganarse la vida. ¿Por qué no duermen tranquilos, como hacía yo?
Parece imposible, pero esos brutos gigantes de dos piernas parecen creados aposta para nuestro castigo. O nos hacen prisioneros, o nos matan, y, no contentos con esto, me fastidian el sueño.
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