sábado, 15 de diciembre de 2007

Soliloquios de Belén - Las Ovejas dejadas solas

Nos han despertado con aquella luz que no era ni sol ni fuego, y después han salido corriendo. No se sabe dónde, no se sabe por qué.

¡Si lo supiera el amo!

¿Por qué abandonarnos, precisamente en esta hora, en esta oscuridad? ¡Si todavía nos hubieran dejado solas durante el día, menos mal! Hubiéramos podido entrar, por lo menos, en aquel campo de trigo de allá abajo y hacernos pasar las ganas. Durante el día, pobres de nosotras, si nos acercamos por allí, nos arrojan con gritos y a bastonazos. Y es preciso contentarse con la con la hierba rala que, con el frío, se esconde entre las piedras, y a veces nos pincha los labios. Ahora, aunque los guardianes hayan huido, no podemos salir del cercado y no hay ninguna esperanza de pastos prohibidos.

Es preciso quedarnos aquí temblando, un poco de frío y un poco de miedo. Se preocupan de nosotras cuando hace sol y nadie se acerca, y ahora que el mundo es todo negro y hay tantos peligros, nuestros esbirros desaparecen. Sin embargo, precisamente por la noche es cuando pueden venir los lobos, los chacales y todos nuestros enemigos. Podríamos en un abrir y cerrar de ojos encontrarnos degolladas por esas bestias de ojos rojos y sin misericordia. O bien los ladrones pueden robarnos los hijos y venderlos quién sabe dónde. Y todo por culpa de esos pastores enloquecidos que han salido corriendo por hacer caso a aquellos jóvenes relucientes. ¡Bonita manera de hacer los guardianes! ¡Nos apalean de día y nos dejan sin defensa por la noche!

Los hombres se dan aires de ser quién sabe qué y luego pierden la cabeza de repente. Y nosotras, obedientes, buenas, calladas… ¡Y luego nos recompensan así!

Ahora que estamos despiertas, sentimos el cuerpo medio vacío, que rumorea-ayer hemos encontrado poco pasto-, ¿y quién consigue volver a dormir?

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Foto del Día de National Geographic

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